Durante los últimos años de Fernando VII, se planteó la llamada "cuestión sucesoria" a raíz de la publicación de la Pragmática Sanción. Durante este período, destaca la labor del político que aparece arriba retratado. Se le atribuye la célebre frase: "manos blancas no ofenden". ¿Por qué?
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Durante el conflicto sucesorio entre el infante Don Carlos, hermano del Rey, y la hija de éste, Doña Isabel, se alineó con el primero, al ser partidario acérrimo de la Ley Sálica. Conspiró activamente, y en 1832 logró que el Rey, gravemente enfermo, firmara un Decreto derogando de la Pragmática de 1789, publicada en 1830, por lo que entraba otra vez en vigor la Ley Sálica. Por ello la infanta Luisa Carlota le dio una bofetada delante de toda la Corte, lo que habría motivado una celebérrima respuesta de historicidad cuestionada:
Manos blancas no ofenden.
Ministro y privado de Fernando VII, ilustrado y reaccionario a la vez, fue el precursor de la policía secreta y pasó a la historia popular por una bofetada femenina.
Se eclipsa durante el Trienio Liberal. Pero cuando los Cien Mil Hijos de San Luis restauran el absolutismo, enviados por Francia, el propio duque de Angulema, que los manda, lo nombra nada menos que Secretario de la Regencia. Ministro de Gracia y Justicia. Parece que Fernando VII no ve por otros ojos, pues Calomarde lo domina por sus informaciones político-policiales. Por conspirar contra la futura Isabel II, tratando de restaurar la ley sálica que no le permitiría reinar a la muerte de su padre, recibió de su tía, , la infanta Carlota, una bofetada que motivó su frase «Señora, manos blancas no ofenden». Murió, exilado, en Toulouse.
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